Es medio día y el hambre acecha. En una hora por fin salgo a almorzar. Dejo ordenados los documentos de mi cliente y me voy a caminar a la calle Berlín en Miraflores para el menú de todos los días.
¡Ahora sí, vamos!
Mariel, Eduardo y yo, tenemos la costumbre de ir al mismo restaurante desde
hace mucho. Rico, limpio, barato y bien servido, como debe ser. La regla se
cumple.
Terminamos de almorzar y pasamos de manera obligatoria por
Manolo, pedimos un café a veces y lo tomamos medio apurados, el tiempo es corto; y si
no, un churro para el camino de regreso a la oficina.
Si hablamos de la
emblemática avenida Larco que hasta canción tiene, no podemos dejar de nombrar
a Manolo que desde 1968 brinda la mejor calidad; y los mejores churros del país. Por la tarde
– noche, un cafecito y un buen libro son gran compañía.
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